Yo no soy de este mundo

          


                     Yo no soy de este mundo, yo no soy de aqui. No quiero estar conforme a este mundo, quiero ser del que está por venir….Así, nos deleitaba la hermana Wanda Batista con el bello himno “No soy de este mundo” en el 1978 bajo su producción discográfica “Visión Celestial”. Era uno de los que yo más cantaba cuando era pre-adolescente. Aunque, debo admitir que no sabía que quería decir teológicamente esta canción. Entonces, mi madre que era una adoradora en espíritu y en verdad sabía de que se trataba y me enseñaba. Hoy, en mi diario devocional,  me topo con una porción bíblica que narra como el Señor Jesús ora por sus discipulos en Juan capítulo 17 y trajo a mi memoria ese hermoso recuerdo de mi adolescencia cuando alababa a Dios entonando esa joya musical que tanto gozo trajo a nuestras vidas y que ahora puedo entender claramente.

 

          Si leemos el versículo 14 específicamente, podemos observar como el Señor Jesús señala que nos aborrecen por no ser de este mundo. O sea, aquel que es discipulo de Jesús, no tiene una visión mundanal de lo que ocurre a nuestro alrededor. Por ende, no nos comportamos como los que no siguen a Jesús; por lo que nos aborrecen. Todos, constantemente somos bombardeados con terribles noticias, los medios sociales son muy explícitos en distribuir eventos desastrosos y desgracias personales. Aparte, de los supuestos entretenimeintos que acarrean tanta violencia, envidia y avaricia. Promueven, el adulterio y la fornicación como algo tan natural y hasta como una posible respuesta a nuestras “necesidades o deseos”. Los anuncios sobre alcohol y otras drogas son el estimulante para alcanzar rapidamente la supuesta valentía o la solución a nuestro estrés diario. Dice Mateo 24: 10-12 que: “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” Es escalofriante pensar que es precisamente lo que estamos experimentando hoy día en este mundo hostíl, banal y frívolo. Po esto, debemos cuidarnos, del vaivén de la vida y su frenesí. En este mundo todo tiene fecha de expiración. Es necesario tener en mente y recordar esta frase "Yo no soy de este mundo". Solo Dios es eterno y a Él debemos aferrarnos en constante oración como lo hacía Jesús. Es nuestra responsabilidad protegernos. "Sobe toda cosa guardada, uarda tu corazón; Porque de él mana la vida." Proverbios 4:23. 

 

          Muy claro lo dijo el Maestro, cuando especificó que estabamos en este mundo pero que no somos de este mundo. Y es que, no podemos dejarnos arrastrar por las corrientes turbulentas que impulsa el enemigo para desviar nuestros pensamintos y contaminar nuestro corazón. El estar expuesto a este constante ataque hacia nuestra mente, nuestros valores y nuestra fe; puede endurecer nuestras conciencias y reducir nuestra sensibilidad a la voz de Dios. Jesucristo, rogaba por nosotros para que Dios nos santifique a través de las Santas Escrituras que son la verdad absoluta (vers. 17). Por lo que, es necesario que abriguemos en nosotros la Palabra de Dios y permitamos que esta nos renueve la mente de día en día. La Biblia debe ser nuestro maná cotidiano, nuestro antídoto para el veneno que nos es lanzado persistentemente. Viviendo a través de sus estatutos nos preservamos de comportarnos como aquellos que son de este mundo. Y a su vez, la Biblia, nos proporciona fe creando en nosotros esa confianza en la palabra de Dios que es genuina, verdadera y firme. Solo, valiéndonos de las Sagradas Escrituras y a la luz del Santo Espíritu de Dios es que podemos mantener un corazon sensible, desarrollar empatía hacia los demás y el amor al prójimo que nos demanda la Palabra. Encontramos descanso, en el regazo del Señor,  nos consuela Su Santo Espíritu y la Palabra de Dios nos sostiene y nos provee estabilidad en este mundo espiral que viajabamos. Confiémos en Dios y en el poder de Su Palabra pues: "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación." Santiago 1:17  

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